-Me levanto una mañana. Salgo de mi casa. Hay un pozo en la acera. No lo veo… y me caigo en él.
-Día siguiente. Salgo de mi casa. Me olvido de que hay un pozo en la acera… y vuelvo a caer en él.
-Tercer día. Salgo de mi casa tratando de acordarme de que hay un pozo en la acera. Sin embargo, no lo recuerdo… y caigo en él.
-Cuarto día. Salgo de mi casa tratando de acordarme del pozo en la acera. Lo recuerdo. Y a pesar de eso, no veo el pozo… y caigo en él.
-Quinto día. Salgo de mi casa. Recuerdo que tengo que tener presente el pozo en la acera. Y camino mirando el suelo. Y lo veo. Y a pesar de verlo… caigo en él.
-Sexto día. Salgo de mi casa. Recuerdo el pozo en la acera. Voy buscándolo con la vista. Lo veo. Intento saltarlo… pero caigo en él.
-Séptimo día. Salgo de mi casa. Veo el pozo. Tomo carrera. Salto. Rozo con las puntas de mis pies el borde del otro lado. Pero no es suficiente… y caigo en él.
-Octavo día. Salgo de mi casa. Veo el pozo. Tomo carrera. Salgo. ¡Llego al otro lado! Me siento tan -orgulloso de haberlo conseguido que lo festejo dando saltos de alegría. Y al hacerlo… caigo otra vez en el pozo.
-Noveno día. Salgo de mi casa. Veo el pozo. Tomo carrera. Lo salto… y sigo caminando.
-Décimo día. Me doy cuenta, justo hoy de que es más cómodo caminar por la acera de enfrente.
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